Urubamba, Perú VOLVER

Hotel Tambo de Inka

Urumbamba, mucho más que un pueblo.

Urubamba es mucho más que un pueblo. Es el corazón del Valle Sagrado de los Incas, tan cercano de Machu Picchu como de Cusco; vecino de Maras, de donde se extrae una de las sales más finas del planeta, y de Moray, un sitio arqueológico de enorme belleza.

Es el paso obligado entre lo bello y lo sublime; entre lo increíble y lo mágico. Y es, además, el lugar elegido para levantar uno de los hoteles más bellos del Perú, el Tambo del Inka.

Es difícil llevar la elegancia a una escala monumental y eso es justamente lo que hizo Bernardo Fort Brescia, un arquitecto peruano que ya ha dejado su impronta en tres continentes distintos. El hotel impresiona con su tamaño, con su porte de gran palacio incaico, pero está lejos de ser una réplica del pasado. Apenas se ingresa en el lobby uno juega a imaginarse al propio Inka aprobando su nueva residencia. Al estilo contemporáneo y grandilocuente de Fort Brescia, hay que sumarle el tono especial que logró el estudio argentino Caparra-Entelman, encargado del diseño de los interiores. Todo en el hotel es de una exquisitez real.

Los muros de los espacios comunes son altos y los ventanales enormes. Sendas chimeneas dominan una parte del lobby, en el que enormes esculturas de sapos de estilo incaico parecen vigilarlo todo. Grandes piezas tejidas en telares pro los artesanos locales, que abundan y deslumbran en la zona, exhiben en las paredes los colores y formas de las antiguas vestimentas reales. Disputando la atención de los alucinados ojos del visitante, altísimas estanterías pobladas de vasijas y tinajas de barro.

En muros y pisos conviven el basalto y la andesita, el travertino peruano y el ónix, pero también la madera, la paja y el cuero que se combinan para brindar una calidez omnipresente.

El Tambo del Inka es, sin embargo, un hotel moderno y lujoso. He ahí el gran acierto de sus creadores. Sus 128 habitaciones desbordan de confort y exhiben detalles como las sábanas de 400 hilos o la iluminación programada. Incluso el hotel se destaca por haber sido el primer y único en el Perú reconocido por el U.S. Green Building Council por su compromiso con el cuidado del ambiente y las personas. Menciones aparte merecen el restaurante principal del hotel, el Hawa, y su spa. Ambos imperdibles. El primero es un exponente acabado de esa cocina tan sofisticada que fusiona la inagotable riqueza de productos nativos de Perú con las técnicas de cocina europeas y asiáticas. Rafael Casin, el chef a cargo de Hawa, propone platos basados en los productos que desde hace siglos nacen en estos mismos valles. La quinoa, los papines, el amaranto, por supuesto toda suerte de maíces andinos se combinan con carnes, verduras y hasta flores para deleitar a los comensales. Los que por otra parte, ya se ven predispuestos a disfrutar del restaurante desde el momento en que son acogidos por sillas y sillones en los que conviven cuero y lana para arropar al visitante.

96 Normal 0 21 false false false ES-TRAD X-NONE X-NONE Ese trato delicado se extiende al spa del hotel, en donde el agua es protagonista excluyente. Siguiendo la tradición de las grandes obras hidráulicas que se ven camino a Machu Picchu, pero dotado de tecnología de avanzada, el spa ofrece una combinación de espacios de gran belleza arquitectónica con tratamientos fuera de lo común. Como es el caso del Tratamiento de las Aguas, un circuito que incluye desde saunas secos y húmedos hasta acupuntura por agua. Esta sucesión de caricias se va transitando en medio de cascadas, piscinas interiores y exteriores, cascadas y una fuente tallada con motivos precolombinos que bien podría confundirse con una obra arqueológica. El Tambo del Inka es un alojamiento fuera de serie, literalmente. No hay dos iguales, como no hay dos que tengan su propia estación de tren para abordar el Hiram Bingham de Oriente Express, la opción más lujosa para llegar a Machu Picchu.    

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